Lo bueno de escribir en un magazine como ButWeLikeIt es que no existe la presión que impone el ritmo de la actualidad, esa a la que están sometidos algunos columnistas y redactores. Por aquí somos más de compartir reflexiones sobre aquello que nos apasiona y nos define, o de lo que hemos aprendido a lo largo de nuestra vida de aficionados al rock, sin prestar demasiada atención a las cabeceras de los medios.
Y en esas estaba, documentándome para mi artículo mensual, cuando SARS-CoV-2 dejó de ser un bicho que la estaba liando parda a miles de kilómetros de aquí, y se convirtió en una amenaza real que flotaba en el aire que yo respiraba. Creo que ni siquiera los más alarmistas, ni los más concienciados, imaginaban hasta qué punto nuestras rutinas estaban a punto de cambiar, a causa de la propagación del citado coronavirus.
De repente te encuentras viviendo en la excepcionalidad de un estado de alarma, tus desplazamientos se minimizan a lo absolutamente imprescindible y te preguntas cómo vas a gestionar tu día a día para mantener la estabilidad física y mental mientras dure el encierro. Complicado evadirse de algo tan palpable como estar obligado a permanecer entre cuatro paredes. Más complicado aún cuando el bombardeo mediático y social al que estás expuesto es monotemático.
En estas circunstancias se hace difícil, por tanto, no acabar escribiendo sobre el aislamiento. Más concretamente, sobre la música en condiciones de reclusión. Como veremos, el rock también tiene sus historias de cuarentena, de las que surgieron discos memorables. Gracias, o a pesar de la clausura, hemos podido deleitarnos con álbumes como Nebraska (Bruce Springsteen, 1982), Give Up (The Postal Service, 2003) o The Basement Tapes (Bob Dylan, 1975). Los que vienen a continuación tienen al confinamiento (forzado o voluntario) como denominador común.
CHICHO SÁNCHEZ FERLOSIO – CANCIONES DE LA RESISTENCIA
En la España de 1963, toda cautela era poca si se trataba de registrar un puñado de temas reivindicativos. Especialmente si éstos hablaban de modo explícito de la opresión franquista, llamaban a la lucha obrera, elogiaban las huelgas mineras asturianas y clamaban por la paz entre hermanos. La historia de cómo se grabaron esos himnos de la Resistencia suena hoy épica y romántica. Pero Chicho Sánchez Ferlosio -hijo díscolo de un miembro fundador de Falange- sabía que se jugaba el pellejo, y por eso tuvo que recurrir a la clandestinidad del cuarto de baño de su casa, donde dos comprometidos estudiantes suecos instalaron el magnetófono traído furtivamente desde Estocolmo para registrar al cantautor y su guitarra. Inmediatamente emprendieron camino de vuelta a Suecia con las cintas. Tanto riesgo corrieron que, una vez la grabación llega allí, el disco se publica sin firmar “por motivos de seguridad”, y en España aparece tiempo después oculto tras una falsa portada de música popular escandinava. Aquellas canciones se convirtieron en símbolos de reivindicación, clásicos sin autor hasta años más tarde, cuando la historia pudo ser contada. Sánchez Ferlosio y sus Canciones de la Resistencia son una muestra de la música que, por su carga ideológica y simbólica, tenía que ser grabada en secreto, encerrados los implicados por precaución y simple supervivencia.
BON IVER – FOR EMMA, FOREVER AGO
For Emma, Forever Ago (2007) es otro disco de confinamiento, esta vez voluntario, que Justin Vernon (aka Bon Iver) se trajo bajo el brazo tras su retiro de varias semanas en la cabaña de caza de su padre.
En su caso, Vernon huía de sus fantasmas: una banda que se separa, una relación que fracasa, problemas varios de salud y con el juego… En principio no entraba en sus planes grabar música, ni mucho menos volver con un álbum prácticamente listo para publicar. Pero dos semanas de cortar leña, cazar y beber cerveza en soledad bastaron para despertarle la necesidad de escribir, tocar y grabar. Sus manos fueron las del compositor, el intérprete, el ingeniero y el productor. ¿Cómo sonaría el álbum si, en lugar de eso, diferentes personas hubieran participado en el proceso? ¿Habría cambiado Vernon algo al estar expuesto al juicio de otros mientras lo escribía? Sin duda la obra final está cargada de la influencia del entorno en el que fue grabada. Se puede intuir cómo el artista se enfrentó a sus composiciones limitado, y al mismo tiempo inspirado, por esa sensación de aislamiento. Al mismo tiempo, para el oyente ese lugar remoto forma parte de la escucha. Es imposible disociar For Emma, Forever Ago del cómo y el dónde fue grabado. La historia acaba con el autor retornando a la civilización pensando que tenía unas cuantas maquetas que algún día grabaría en condiciones. Sin embargo, estas fueron las tomas que llegaron al álbum y fueron publicadas, para acabar siendo aclamadas mundialmente. De todos modos, él siempre le ha quitado hierro al asunto, admitiendo que no todo el mundo se puede permitir el lujo de aislarse en una cabaña durante unos meses a ver pasar el tiempo.
THE ROLLING STONES – EXILE ON MAIN ST.
Si en 2006 Vernon huía de sus fantasmas, en 1972 los Rolling Stones pusieron pies en polvorosa y abandonaron el Reino Unido, escabulléndose del implacable taxman y su 93% de impuesto a las grandes fortunas. Este exilio fiscal da con sus huesos en el sur de Francia, destino con un ministerio de hacienda más benévolo, según sus asesores. Cada miembro de la banda acaba alquilando o comprando mansiones por la Côte d’Azur (todos salvo Charlie Watts, que odia el postureo de la zona y se pilla una granja en el interior, a seis horas de allí). Keith Richards monta el campamento en Ville Nellcôte, una mansión de 16 dormitorios, plagada de cuadros, espejos, escaleras de mármol y playa privada, y situada entre Niza y Mónaco. En contraste con todo ese lujo, el oscuro y húmedo sótano (tubos de ventilación con esvásticas grabadas incluidos) resultó ser el lugar ideal donde montar los instrumentos, amplificadores y micrófonos. La idea aquí era que la casa se convertía en el estudio de grabación, los horarios desaparecen. Las sesiones de improvisación podían durar días, enfrascados en la tarea de, en mitad del caos, destilar el blues, el góspel y el country para crear el que acabaría siendo uno de los discos más importantes del catálogo de la banda.
Vale, se podría argumentar que no es del todo un disco de encierro, al menos no en el sentido claustrofóbico y de movimientos limitados. Pero de algún modo los Stones se vieron privados de parte de su libertad al tener que abandonar Reino Unido y, a pesar del lujo palaciego, hay en el álbum una sensación de opresión, de confinamiento, de la que uno no logra evadirse. Quizás es la impronta que dejó Keith, como personaje central alrededor del cual giraba todo en aquellas sesiones. Él estaba encerrado en Nellcôte mientras todos los demás personajes más o menos ilustres que les acompañaron esos meses (desde camellos y groupies, hasta Gram Parsons o William S. Burroughs) entraban y salían de su casa en un trasiego infinito de vicio, mugre, lujo y rock.
ANDRÉS CALAMARO – EL SALMÓN
No sé como calificar lo que hizo Andrés Calamaro en los últimos meses del milenio, cuando se lanza a grabar El Salmón (2000). En sus dos discos anteriores, Alta Suciedad (1997) y -en parte- Honestidad Brutal (1999), excelentes músicos de estudio vestían sus temas, bajo la atenta mirada del productor Joe Blaney, quién sin cesar lo llamaba al orden para que se centrase, para pulir lo que tenía entre manos. ¿Acaso quería alejarse de la exquisitez y perfección rock que caracterizaron aquellas grabaciones? Puede que Andrés buscara huir de aquello, volviendo a la sencillez de un cuatro pistas instalado en su apartamento de Buenos Aires (su “doméstico estudio de grabación”, también bautizado como Deep Camboya). Pero aquel ejercicio podría verse también como su manera de experimentar con el método de componer. Obsesionado como estaba con ser un trabajador de la canción a tiempo completo, parece como si hubiera querido explorar lo más puro y básico del proceso. Así, las grabaciones iniciales (recordemos, El Salmón fuel un disco quíntuple, con ciento tres temas, escogidos de entre más de trescientos) tienen lugar bajo la premisa de que el músico debe trabajar todos los días y las canciones deben mostrar la verdad. Su ética musical era hacer música las veinticuatro horas. No es extraño pues que la hiperactividad creativa se mezclara (o se viera potenciada) con los festines narcóticos. De este modo, encerrado en casa, grabando sin parar en sesiones salvajes, sin importar la salud, la forma física ni los horarios, Calamaro exploró qué es lo que hay después del cansancio. Los días consistían en escribir y grabar, sin tiempo para libros, periódicos, radio o televisión. Mano a mano con su secuaz Marcelo Scornik, las canciones iban saliendo a la superficie, sin orden ni concierto. Brochazos crudos de funk, blues, reggae, dub, rock, tango, experimentación, baladas, rancheras… que acabaron formando parte de un disco atrevido, incomprendido y provocador.
MAC DEMARCO – SALAD DAYS
Otro al que no le apetecía meterse en un estudio para grabar su segundo álbum fue a Mac Demarco. Encumbrado en su día por Pitchfork (el portal todavía lo tiene mimado), puede no generar consenso en cuanto a si se trata de un geniecillo vacilón, o si no es más que otro hype para hipsters rebeldes. Pero hay que reconocerle que ha sabido hacer de su música un carpe diem socarrón del que parece estar disfrutando hasta donde llegue. El canadiense se sentía tan agotado de la gira en la que había estado metido durante dos años, que decidió que su pequeño apartamento de Brookyn era suficiente para dar forma a su nuevo proyecto. Allí tocó, grabó y mezcló Salad Days (2014). Con -entre otros- una grabadora de cinta analógica y una guitarra de 30 dólares, Demarco consiguió ese sonido lo-fi pero sofisticado tan marca de la casa. ¿La prueba? No hay más que ver el divertido mini documental Pepperoni Playboy, en el que, además de regalarnos escenas locas en China, nos ofrece un tutorial sobre de cómo hacer rock en casa con guitarras acústicas (como muestra, la escena que acompaña estas líneas). Es más fácil de lo que crees, así que ¡no lo mires, únete!.
Nos esperan largas semanas de confinamiento, durante las cuales multiplicaremos nuestras lecturas, visionados de cine, escuchas de discos… Será también una oportunidad para, desde el sosiego, reflexionar sobre nosotros, como individuos y como sociedad, o para conocernos de una manera más profunda. También encontraremos momentos en los que tontear con esa vieja guitarra que guardamos hace años en el armario. Ensayar, componer o sacarle partido al programa de grabación amateur que hay en nuestro ordenador. Si hay algo bueno en todo esto, es que es seguro que la inspiración nos va a pillar encerrados en casa. De modo que, haz como Sánchez Ferlosio, Vernon, los Stones, Demarco o Calamaro, y aprovecha el encierro para transformar el arrebato creativo en un disco. Ellos nos demostraron que es posible hacer grandes canciones sin salir a la calle. ¿A qué esperas?.
Nota final: El bueno de Edi Pou (ya hablaremos un día de su banda, los geniales ZA!), en su mixtape mensual Vivalanumeración, abunda -con más gracia y sabiduría- sobre el tema de la música compuesta en confinamiento, y se ha marcado una deliciosa e interesante selección de temas que nadie debería perderse. ¡Escúchenlo y aprenderán mientras lo gozan!