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El año en el que Queen arrasó Latinoamérica

En uno de los momentos más dulces de su carrera, Queen decidió, como decía Freddie, “llevar el rock donde nunca antes se había escuchado”. El 28 de febrero de 1981 comenzó su primera (y a la postre única) gira por América Latina. Un territorio invisible para los grandes promotores, plagado de dictaduras militares y donde ninguna de las grandes estrellas había osado posar un pie. Fue allí donde realizaron su primer tour de estadios.

El plan era, como mínimo, arriesgado. Argentina, Chile y Brasil eran países en permanente amenaza de caos (organizativo, burocrático, político…) en los que la población era tratada brutalmente y los gobiernos recelaban del peligro potencial de cualquier reunión popular, especialmente de un concierto de rock. A Queen les ayudaba tener una imagen pública más blanca que otros grandes (los Rolling Stones no pisaron Argentina, el país más devoto del mundo, hasta más de una década después) pero estaba por ver si había una demanda popular real para motivar la reserva de tan gigantescos estadios, o si era posible montar su grandilocuente montaje al completo.

“Están locos”, respondían los responsables de los estadios al ser informados de los requisitos técnicos para el espectáculo.

Los recelos del régimen militar amenazaban el arranque de gira en Argentina, en donde actuarían en cinco estadios. Por alguna extraña razón, les inquietaba especialmente que Freddie cantase No Llores Por Mí Argentina (algo que, por cierto, habría sido espectacular). «¿Qué sucedería si alguien grita ‘Viva Perón’ en mitad del concierto y estalla una revuelta?», preguntaban a la organización. Finalmente, el gobierno fue consciente del lavado de imagen exterior que suponía tal visita y dio todo tipo de facilidades para los eventos.

La banda llegó del aeropuerto directa a una rueda de prensa y enseguida se dio cuenta de cuál iba a ser el ambiente de los días que tenían por delante: locura colectiva, presencia constante en los medios, multitudes de fans persiguiéndoles incansablemente a todos lados… Durante su visita, todos sus álbumes estaban en el top ten de ventas; la lista de éxitos era una lista de Queen. El país no había visto nada parecido, pero ellos tampoco.

El 28 de febrero de 1981, sábado de Carnaval, los asistentes a un estadio Vélez Sarsfield a reventar veían por fin apagarse las luces, encenderse los inmensos altavoces y elevarse las torres de focos, preludio a la irrupción de la banda con una matadora versión de We Will Rock You cantada por miles de voces. Freddie Mercury avasallando a las multitudes desde el primer segundo, con chaqueta negra sobre camiseta y pantalón blancos.

Un momento histórico en la historia del rock en Argentina.

Según cuentas las crónicas y podemos ver en los conciertos retransmitidos por los canales televisivos, las actuaciones de Queen tuvieron el altísimo nivel de costumbre. La gira The Game (de la que este tramo formaba parte) es la más apreciada por muchos fans. Combinaba una fiereza todavía hard rockera con un repertorio atiborrado de sus mejores éxitos. Freddie parecía poseer una amplitud de rango y potencia infinitas y estaba feliz de tener a tantas almas pendientes de él. Y todos estaban enardecidos por la acogida que estaban recibiendo.

Tras dos actuaciones en Mar de Plata y Rosario, ofrecieron un tercer y un último concierto en Buenos Aires, donde se captó la famosa foto con un joven Maradona (que abandonó la concentración de su equipo) y que terminó presentándoles en escena.

Queen abandonaron el país emocionados por la pasión y el amor que habían encontrado. Nunca volvieron a actuar en suelo argentino, pero siempre recordarían este capítulo con especial cariño. Un año después, mientras que su país entraba en guerra con Argentina por las Malvinas, ellos le dedicaban la canción Las Palabras De Amor de Hot Space (1982) a sus seguidores argentinos.

BATIENDO RÉCORDS EN BRASIL

Descartada la opción de actuar en Chile (por la prohibición del gobierno de Pinochet), la banda se dirige a Brasil a realizar dos actuaciones que también tenían halo de históricas antes de realizarse. Las expectativas, que ya estaban muy altas, se vieron reventadas al tomar el escenario el 20 de marzo delante de 131.000 personas, oficialmente el concierto que más entradas había vendido de la historia. Al día siguiente reunían a otras 120.000 personas (en efecto: el segundo concierto que más entradas había vendido).

El momento más mágico llegaba a mitad de concierto, cuando Freddie y Brian May se quedaban a solas en el escenario para cantar Love Of My Life. La canción era tradicionalmente un momento de comunión entre Queen y su público, pero alcanzó otro nivel en este periplo. Tal y como recuerda la película Bohemian Rhapsody, Brian y Freddie, que tenían serias dudas de que el público entendiese una palabra de lo que decían, se quedaban petrificados al ser acompañados por un coro tan descomunal.

El único lugar del mundo en el que Love Of My Life había sido antes un éxito era Brasil. Si la canción está a día de hoy en la lista de sus grandes clásicos es sin duda porque sus fans latinos la pusieron ahí.

Si bien la visita de la banda fue más breve y dio lugar a menos interacción con el público local, los dos conciertos fueron un punto de cambio: sí, era posible montar conciertos de semejante envergadura y ganar mucho dinero con ello. Brasil empezó a despegar y, por ejemplo, pronto celebraría la primera edición de Rock in Rio en 1985, Argentina tuvo que esperar mucho tiempo para vivir otro acontecimiento semejante, con la visita de los Rolling Stones en 1995.

LA ACCIDENTADA SEGUNDA RONDA

El apoteósico éxito motivó una segunda visita unos cuantos meses después. Un segundo tramo que visitaba Venezuela y México y que fue bastante más accidentado que el anterior.

La banda aterrizaba en Caracas un 22 de septiembre con unas perspectivas inmejorables. Las tres representaciones agendadas en el Poliedro de Caracas tuvieron que ampliarse a cinco dada la espectacular demanda de entradas. Algunos afortunados asistentes volvían a comprar las carísimas entradas para los siguientes conciertos.

Hasta que actuaron los azares del destino; tras el tercer concierto, fallecía el ex presidente Rómulo Betancourt, decretándose tres días de duelo nacional. Los dos conciertos restantes se suspendieron, la banda dejó su periplo venezolano inconcluso, el promotor local casi se arruina y 20.000 fans se quedaron, frustrados, con las entradas en la mano.

Pero las cosas terminaron por desmadrarse de verdad en su parada en México. Fue como si todas las amenazas que pendían en el aire (burocracia, corrupción, ineficiencia, disturbios públicos) se hiciesen realidad de golpe. La mexicana fue una intensa experiencia de vivir el bandolerismo en las propias carnes. El equipo técnico pronto conoció el significado del término “mordida”; en la frontera, tuvo que hacerse cargo de aranceles extra para poder mover el montaje. Se cuenta también que Jim Beach, manager de la banda, tuvo que pagar 25.000 dólares por la fianza del promotor, José Rota, encarcelado por corrupción, para que la gira pudiera comenzar.

Tras suspenderse varios de los conciertos previstos, terminaron realizándose uno en Monterrey y otros dos en Puebla. El concierto de Monterrey registró incidentes menores, como una pasarela que cayó e hirió a varios asistentes. Había una segunda representación agendada, pero tuvo que suspenderse también porque la organización no imprimió suficientes entradas (¡!).

En Puebla se respiraba un aire de fervor catastrófico días antes del concierto, con multitud de tiendas de campaña plantadas alrededor del estadio por gente que venía desde lejos. Tras llenarse hasta arriba el estadio, miles de personas sin entrada siguieron entrando a la fuerza. Además, y al revés que en otras paradas americanas, el alcohol y las drogas corrían a sus anchas por el recinto.

Queen actuó ante una multitud descontrolada que hizo volar las vallas de seguridad y comenzó a tirar zapatos, monedas y otros objetos al escenario al ver a Freddie luciendo una imitación barata de sombrero charro con el torso desnudo. Tuvieron incluso que parar unos minutos para que la cosa se tranquilizase, algo inaudito en su carrera.

La despedida de Freddie sintetiza muy bien el estado de ánimo de nuestros protagonistas al final del concierto:

-¡México, gracias por los zapatos! Adiós, hijos de puta. Adiós, panda de tacos.

La fiesta continuó, según parece, y parte del público congregado salió a arrasar la ciudad para completar la velada.

La banda se negó en rotundo a actuar al día siguiente, pero el gobierno amenazó entonces con confiscarles todo el equipo que tuviesen en suelo mexicano. El concierto se realizó, finalmente, sin mayores complicaciones, con el compromiso de que la policía requisaría cualquier objeto peligroso a la entrada (para, según algunas fuentes, revenderlo dentro del estadio).

El equipo eligió por unanimidad México como «la parte más horrenda de la gira, debido a las trabas burocráticas, corrupción, instalaciones obsoletas, comida rara y agua de dudosa pureza». Todos juraron no volver, cosa que, hasta la fecha, han cumplido, incluso en sus representaciones con Adam Lambert.

Un cierre algo siniestro para una gira que resultó histórica para los centenares de miles de personas que pudieron disfrutarla, empezando por la de nuestros cuatro protagonistas, reconvertidos tras este viaje en dioses del rock de estadio. Aunque, por otra parte, ¿qué sería del rock sin un poco de peligro en todas estas historias?

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